Quienes estudiaron interpretación en Bululú hace años lo recordarán nítidamente. Bululú 2120 no hacía prueba de acceso a sus alumnos y además presumía de ello. Considerábamos que los alumnos no tenían que venir «aprendidos de casa» y por eso sólo ofrecíamos «clases abiertas» –una oportunidad para conocer a nuestros profesores y nuestros métodos de trabajo– o entrevistas –una ocasión para conoceros mejor y saber qué nivel era el que os correspondía.
Cuando hace un año largo, tomamos la decisión de comenzar a exigir la realización de una prueba de acceso a todos nuestros alumnos y alumnas del curso regular de interpretación –a los talleres de iniciación al teatro se sigue accediendo sin prueba de nivel previa– lo hicimos desde el convencimiento de que era lo correcto pero, también, desde el convencimiento de que era algo que convenía explicar detalladamente.
¿Acaso ahora hay que venir aprendidos de casa?
Bululú 2120 sigue sin exigir a sus alumnos que vengan «aprendidos de casa», entre otras cosas porque, quien accede en primero, lo puede hacer sin haber tenido contacto previo con el teatro. Lo que queremos comprobar con esas pruebas de acceso no es tanto la aptitud como la actitud de quienes quieren estudiar en nuestra escuela.
¿Por qué? Porque, desgraciadamente, en los últimos cinco años habíamos tenido malas experiencias con alumnos que se apuntaban a la escuela sin tener claro los níveles de esfuerzo y dedicación que requiere estudiar interpretación. Venir a estudiar a Bululú no supone sólo asistir a 20 horas de clase semanales en grupos de 12 personas sino que también exige preparar trabajos fuera de horas de clase, ensayar ejercicios, reunirse con compañeros, leer y memorizar textos… Nada que resulte excesivo para quien sabe que quiere dedicarse a la interpretación, pero un exceso insportable para quien quiere dedicarse a esto porque le suena «fácil», le dicen que es «guapete» o le parece que «mola».
¿Qué busca entonces nuestra prueba de acceso?
Dicho de otra manera, nuestra prueba de acceso sólo busca detectar a aquellos que se apuntan a un curso regular de interpretación por las razones equivocadas o sin las ganas suficientes para evitar que ocupen una plaza en la escuela.
Nuestros grupos son grupos reducidos –siempre con un máximo 12 alumnos por clase en el curso regular– y en grupos de ese tamaño la presencia de individuos con la actitud equivocada puede producir graves distorsiones, especialmente estudiando una materia tan sensible como es la interpretación.
El objetivo último de nuestra prueba de acceso no es otro que garantizar que quien se matricula en nuestro curso regular de tres años lo hace para estudiar en el entorno óptimo para aprender interpretación. Ése y no otro es el objetivo de nuestra prueba de acceso.